No era pedir tanto

Los tacones pulcros
de arcilla me enervan.
Las manos de callos vacías
no tienen vida,
energía.
No se posan las mariposas
en los rostros sin sol;
ni crecen los jazmines
en los pechos sin usanza.

El beso robado es nonato,
almíbar de los prejuicios
mártir de sacarina.
Sin lágrimas las olas
son solo clemencia,
autarquía de sus mares.

A todas esas cosas y otras
que conspiran contra mi
sin rencor
las hubiera ayudado
amablemente
para ser asesinado
con todos los honores.

Yo sólo quería el último
desierto para mis venas,
la última mano
para mis canas.

La esquina del tango
para mis pies.
Tampoco era pedir tanto.

mamCardenal