Nunca me llegó aquel salvoconducto.
Seguro que los retuvo el cabrón
del siquiatra que vio la felación
que ajustaba la Reme en el viaducto.

Aquello era algo higiénico, reducto
de la soledad -mala prescripción
para curarme de la sinrazón-
espejo de lo que todo es producto.

Mañana saldré al parque de paseo,
sin camisa de fuerza y sin correa,
y podré ver de nuevo a la Remedios.

Pagaré de nuevo al guarda Mateo;
prometió sacarme de esta marea
de mierda , de estos malditos predios.

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